domingo, 6 de marzo de 2011

Eivissa (trocitos)


Compañía constante de la piedra. Piedras rojas de las murallas, grises de los empedrados, negras de los zaguanes, blancas de cal en las tapias desconchadas, amarillas de humedad en los muros del jardincillo, que envuelven el tronco de una palmera. Calles empedradas de la ciudad vieja. El tiempo desnudó algunos espacios, pero las piedras limadas por los años vuelven a apretujarse y se alejan hacia la revuelta de un callejón o bajan, peldaño tras peldaño, por una escalerilla. Casas pétreas del cimiento al alero. Las vigas de los bajos pueden tener un cabo en el muro y el otro en la peña. Y en lo profundo, la roca fundamento de la ciudad, siempre aflorada. Bordeando una acera, ante un portal, en el centro de una plazuela, opone al pie inesperadas nervaduras. Sa Penya es el nombre del barrio marinero. Allí las casas pueden confiarse a ella, sin cimientos excavados. Calles de roca virgen, apeldañada a trechos para salvar escarpas. Hay rocas que ahorran algunas hiladas a muro que en ellas descansa. La sutura de fábrica y naturaleza serpea bajo un ventano. En algunos puntos, la roca y el muro van tan cosidos que hay viviendas indecisas entre casa y cueva. Cueva cerrada por una pared, o casa que aprovechó enarcamientos y amparos de la piedra para apoyar mampuestos y techumbre. Por el extremo de Sa Penya que entra en el mar, las casas prolongan en altura el acantilado con blancores de cal. Allí vuelan las gaviotas sobre las aguas inmediatas, buscando los desperdicios arrojados desde los balcones. Y al recogerse el atardecer, alguna puede tomar por un hueco de los cantiles, donde poner su nido, la ventanita de una morada, abierta en la roca.

Lo que Ibiza me inspiró.Enrique Fajarnés Cardona.1.987