lunes, 28 de mayo de 2018

Un trabajo de más de cuarenta años


Te deseo toda la suerte del mundo en el trabajo que estas haciendo.
 Decirte que eres muy valiente porque el camino que estas recorriendo es muy duro, 
pero que lo estas afrontando de la mejor manera posible. 
Estas aprendiendo mucho aunque en ello también estas sufriendo mucho. 
Solo decirte que no estás sola, 
que siempre me tendrás a tu lado para todo lo que te haga falta, 
y quiero que  lo cojas al pie de la letra; 
cuenta conmigo para cualquier cosa. 
Un beso muy fuerte de ❤ a ❤.

Acepto, acepta.


Si tanto no duele...

...Un niño fue a casa de un amigo para pasar la tarde jugando. Al llegar al jardín, se encontró con “Perezoso”, un perro grande, con fuertes patas y espeso pelaje. El animal estaba sentado y no paraba de gruñir y quejarse. El niño se acercó al perro y le preguntó: “¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo?”. “No estoy enfermo”, le contestó el animal, con tono desganado. Desconcertado, el niño dio media vuelta y siguió jugando.

Un rato más tarde, el niño volvió a fijar su atención en el perro. Permanecía inmóvil y seguía gruñendo y lamentándose. Tras dudar varias veces, se dirigió hacia el animal y le preguntó de nuevo: “¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te acerquemos al veterinario?” El perro levantó la cabeza y le miró con los ojos entrecerrados y la mirada perdida. Era evidente que padecía malestar. El niño se fijó en la postura del animal: algo parecía estar fuera de lugar. Era tensa, forzada… y de pronto lo vio: el perro estaba sentado sobre un gran y oxidado clavo.

“¿Acaso no te has dado cuenta de que estás sentado sobre un clavo?”, exclamó el niño, “¡Cuánto más tiempo tardes, más te dolerá la herida!” Y añadió, estupefacto: “¿Por qué no te levantas?” ‘Perezoso’ levantó su pesada cabeza con parsimonia y le contestó con sorprendente tranquilidad: “Porque no me duele tanto como para hacer el esfuerzo de levantarme”.