miércoles, 7 de julio de 2010

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El consumo de fármacos aumenta en nuesro país de manera alarmante. Miles de personas acuden cada año a las consultas de profesionales de la medicina para atajar su ansiedad o su depresión.

La psicóloga Carolina García descubre, en Más amor y menos química (Aguilar), las propiedades terapéuticas de la afectividad y los sentimientos, así como las consecuencias de sus carencias. Este libro trata del “carácter innato y necesario de la afectividad, el afecto y la importancia de los sentimientos, las emociones y las pasiones”, hasta llegar a la inteligencia afectiva, entendida como la capacidad mental de controlar y administrar las emociones convenientemente.

“Las emociones y los sentimientos son la experiencia afectiva fundamental y la base que va a determinar la calidad de nuestra vida afectiva”, escribe Carolina. “Las emociones pueden ser básicas y secundarias. Las básicas son el estado de ánimo que todos poseemos desde que nacemos, son innatas e inherentes a todos los seres humanos: miedo, sorpresa, ira, alegría, tristeza y aversión. Las emociones secundarias son reacciones subjetivas propias de cada individuo ante un suceso o acontecimiento. Son las que más afectan a nuestra psique y, por ello, a nuestra conducta”.

Los sentimientos son las emociones más evolucionadas, porque “implican la intervención del pensamiento”. Son más duraderas y su máxima expresión son las pasiones, “estados efectivos que pueden dominar la razón y la voluntad”.La inteligencia afectiva o emocional es la capacidad del ser humano de reconocer emociones, pasiones y sentimientos, administrarlos y controlarlos adecuadamente. “Define las emociones como un arma y no como una debilidad”, anota Carolina García.

Para que una persona sea considerada emocionalmente inteligente “debe tener el suficiente grado de autoestima, ser una persona positiva, saber dar y recibir, manejar la empatía para comprender los sentimientos de los demás y actuar en función de ellos”.

A muchas personas les cuesta expresar lo que sienten con palabras, pero, casi sin darse cuenta, lo están haciendo con los ojos, la expresión, los gestos o con el tono de voz. “Cuando amamos nos conformamos con una sonrisa o con un gesto en la mejilla, y ésa es la comunicación que todos anhelamos, aquella que acompaña a cada latido, a cada soplo de aire fresco”.

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Ayudar de manera diferente


ADAMA trabaja en proyectos siempre relacionados con personas y seres humanos que sufren y que se encuentran en riesgo de exclusión social, solos, inmersos en la pobreza o con dificultad para acceder a ayudas y a las terapias alternativas. En todos los casos, desde la empatia y el respeto se busca el plantar una semilla, a veces la idea de algo mejor, otras una mejora física, otras veces un sentimiento que crece dentro de la persona haciéndole sentir mejor.
Se ha demostrando mediante estudios e informes reconocidos, que el uso de terapias alternativas, no solo resultan beneficiosas para la salud, sino que además ayudan a aumentar la autoestima y la conciencia sobre la propia situación.
La terapias que imparten los voluntarios de ADAMA (Risoterapia, masaje, musicoterapia, grupos de autoayuda, reflexología, Reiki, Flores de Bach…), han dejando de ser desconocidas para la mayoría de la sociedad, aunque siguen sin estar al alcance de muchos grupos sociales, como los usuarios de ADAMA. Estas terapias, en muchos casos reconocidas oficialmente, no sólo resultan beneficiosas para la salud, sino que además ayudan a aumentar la autoestima y la conciencia sobre la propia situación actuando sobre la calidad de vida.
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