Huí de la soledad que habitaba y deseé concluir mi silencio. Abandoné el peligro de mis ojos cerrados, quise encerrar al sol en una de mis lágrimas y de su complacida prisión nacieron siete rayos que cubrieron mi cuerpo.
El rayo violeta inundó mis ojos y supe que la inteligencia lloraba a través de ellos y supe que su dolor era grande.
El rayo añil recorrió hambriento el cálido laberinto de mi pecho y supe que la paciencia necesita ser recompensada.
El rayo verde se perdió en su juego entre los dedos de mis manos, saltando en su huida de uno a otro y supe que la ilusión era mi nuevo camino.
El rayo amarillo derribó con amoroso cuidado la fortaleza de mi vientre y supe que la confianza precisa ser gestada lentamente.
El rayo anaranjado se posó sobre mis pies y caminó con ellos y supe que sólo yo puedo controlar el paso de mi felicidad.
El rayo rojo paseó su impaciencia por mis labios, que cómplices se abrieron a su paso, y supe que sólo de la ternura puede nacer la sonrisa.
1 comentario:
Bello, bello texto. Y me parece que su mayor belleza está en el mensaje de optimismo que expresa, en la certeza de que es posible estar mejor cuando se rompe el silencio, se reconoce el daño y se renuevan los sentimientos.
Esto es especialmente cierto cuando se está atrapada en una relación insatisfactoria a causa del maltrato. Y no necesariamente tiene que haber violencia física para que exista maltrato, un buen número de mujeres sabe que el abuso también puede darse sutilmente en forma de indiferencia, alejamiento o desprecio hacia la pareja; la mayoría de las veces el abuso psicológico y emocional deja mayores secuelas. Por eso, cada mujer tiene que saber que nadie está sola cuando se está dispuesta a romper la codependencia y de que es posible superar una relación de abuso cualquiera que sea.
Nunca será ocioso insistir en dos ideas centrales del texto: primera, es necesario desear concluir el silencio; segunda, sólo de la ternura puede nacer la sonrisa.
Besos!
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