martes, 28 de octubre de 2008

25/10



Quatre de Vuit amb Folre i Manilles...

Maquíssim...

jueves, 23 de octubre de 2008

un joli automne




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miércoles, 22 de octubre de 2008

Aire


Que el viento llevaba mi voz y tú no hacías caso al viento.
Que el aire azotaba tu rostro y tu rostro se escondía del aire.
...aire, rostro.
Voz.

domingo, 19 de octubre de 2008

Se aceptan otros modelos



Anda que...
tantos años
haciéndome compañía...

en fin, tacitas, estábais ya "pa'larastre"

...la vida nueva es lo que tiene...

viernes, 17 de octubre de 2008

Fotografía tomada ayer para un cumpleaños de hoy


Atrevimiento por mi parte...regalarle una propia y simple fotografía a un espléndido fotografo...
Sea benevolente.
Feliz cumpleaños, Sr Duplessis.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Esperando un aplauso

Tras el telón

A veces me siento
como un actor patético
en la escena de la vida
y me escondo tras un disfraz

he peleado contra eso
viendo el teatro vacio
sin que funcionara
la representación

ahora me miro
mas viejo, mas cansado
pero no menos vivo (...)

* los que te queremos siempre vamos a esperar que sigas subiendo tu propio telón, por encima de pruebas, análisis y venenos, Cat...*

lunes, 13 de octubre de 2008

No olvides


Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

Muerte en el olvido - Ángel González

Hay días que sin ser tristes, que no lo son, afortunadamente, parece que esa cosa que llamamos muerte está rondando por estos lares. Claro que siempre está y aparece el día menos pensado pero, a veces, te da por pensar... Cómo debe cambiar la vida para el que se queda... Mi única referencia directa con la muerte es mi abuela Pepa y entró dentro de la "lógica" de la edad. Me inquieta el momento en que deberé enfrentarme a ese dolor sordo por alguien cercano...

Un abrazo, cálido, para el que sí haya tenido que enfrentarse... Y, tal como dice el poema, que nadie olvide a nadie...para que Viva.

domingo, 12 de octubre de 2008

Welcome


Palau Sant Jordi - noche del sábado 11 - québiennoslopasamos...

jueves, 9 de octubre de 2008

lunes, 6 de octubre de 2008


déjale pensar lo que quiera
de quien quiera,
mientras te quiera.

Sangre de Mayo / Garci


«Sangre de mayo» tiene dos fundamentos, además del de su propio autor y guionista (junto a Horacio Valcárcel), el literario en Galdós y el visual en Goya. De hecho, podría decirse que la película empieza en el más descriptivo Galdós y termina en el más oscuro Goya...
La puerta de entrada a la película es literalmente de fábula: una voz en «off», la del propio Garci, describe aquel Madrid mientras que la cámara nos muestra «el escenario», unos fabulosos decorados casi a la altura de sus originales y levantados a (o sea, con) pulso por Gil Parrondo y atrapados por Félix Monti. Una vez en el escenario, la película nos sube a lomos de Gabriel Araceli, el personaje de algunos de los «episodios» de Galdós, y con él recorreremos ese tramo de la Historia que desaguará en el levantamiento madrileño del 2 de mayo contra las tropas napoleónicas.De las relaciones entre los personajes, de sus conversaciones en tabernas, en salones o plazuelas, de sus idas y venidas, enredos y enjuagues, el espectador recibe de modo muy sencillo, mezcla de la naturalidad y del naturalismo de esos personajes, todo el borujo de aquellos acontecimientos, de tal complejidad que aún hoy se discuten y bailan. Es, pues, la película que precede a los hechos, pero narrada entre intimismos y conversaciones, con un tercio final en el que el cine de Garci, habitualmente ensimismado, calmoso, pensativo y transparente, ha de transformarse en otra cosa: más enérgico, confuso, airado, pero sin desorbitarse: es curioso, el modo en el que Garci rueda las batallas sin que la explosión de violencia anegue la pantalla..., o sea, se muestran con contundencia pero con un evidente sentido del pudor. La sangre no tapa la carne de los personajes, simplemente la mancha.De la descripción, a la batalla; de los interiores, al exterior; de los personajes, a la acción; de la palabra, a los gritos; de Galdós, a Goya... Todos esos personajes que hemos ido conociendo, que han vivido y nos han contado los preámbulos, desembocan en el 2 de mayo, en su visual cita con el Goya oscuro. Hasta que empieza la batalla, «el francés» había permanecido en un segundo término, sin protagonismo ni presencia más allá de una mera y sutil amenaza (siempre al fondo, a caballo, las tropas francesas atraviesan el plano). Y contra todo ese fondo, las figuras. Garci organiza un festín de personajes, un magnífico orfeón alrededor de la pareja protagonista, Gabriel e Inés, que suaviza el tono agrio de la fecha y la recubre de matiz romántico. Alrededor, tipos y retratos de una época: la cortesana intrigante, el «chispas» solidario, el fraile ilustrado, el buscón de cenas y canonjías, el avaro quevediano..., hasta un Godoy que va perdiendo lustre al tiempo que gana tersura el pueblo. Y es en este cuadro coral donde la película de Garci cobra su mayor altura y energía, con unas magníficas interpretaciones de su elenco, de Miguel Rellán, Manuel Galiana, Tina Sáinz, Enrique Villén, Manuel Tejada, Natalia Millán, Fernando Guillén (ambos), Carlos Larrañaga, Jorge Roelas... Quim Gutiérrez y Paula Echevarría están en el centro, son las figuras, la magnífica percha del drama dentro de la tragedia que recoge el cuadro de Goya y del que Garci nos regala un gran apunte previo.
E. Rodriguez Marchante - ABC

miércoles, 1 de octubre de 2008

Tanta

«No sobrevolar la línea de puntos.» Y sin plantearnos siquiera la posibilidad de romper la norma, los seres alados que habitamos este planeta damos media vuelta al llegar a este punto y regresamos a tierra firme.
Un trabajo cómodo, con horario de oficina, me permite dar algún que otro paseo por el cielo antes de que desaparezca la luz del sol. Al llegar a casa después de la visita diaria al supermercado, me deshago de las estrecheces de la camisa y la chaqueta, y subo a la azotea para desentumecer los huesos de mis alas. Uno, dos, abrir, cerrar, y una vez calentados los músculos un ligero impulso con los pies y comienza la diversión. Lo que siento en este primer salto es adictivo, estoy segura: el viento cortándome la cara, un escalofrío mezcla de frío y miedo, alguna lágrima que resbala veloz por la comisura de los ojos…
Este es mi momento preferido del día. No sigo ningún rumbo fijo, tan sólo revoloteo en círculos y me deleito observando la alfombra de tejados que aguarda mi caída. Más arriba, ¿qué habrá? Sólo encuentro nubes, más y menos densas, húmedas y fibrosas o suaves y delicadas, según se haya levantado el día. Pero, más arriba, ¿qué habrá? No podemos sobrevolar la línea de puntos, está prohibido desde el principio de los tiempos, desde que desterraron a los de mi especie a este planeta, al fin y al cabo tan parecido al de los humanos.
Esta tarde me he entretenido más de la cuenta. A la salida del trabajo he tenido que resolver unos engorrosos asuntos pendientes que siempre aplazo una y otra vez: pasar por la tintorería, recoger un paquete en la oficina postal (correo aéreo, claro), comprar dos bombillas de bajo consumo… Al llegar a casa he dejado caer las bolsas en el recibidor y he subido los escalones que conducen al último piso de cuatro en cuatro, tales son mis ganas de no renunciar a lo mejor que me depara el día. Atarcede y el cielo resplandece en color caramelo, pero todavía cuento con algunos minutos para dar un par de vueltas y encontrarme con los habituales que se cruzan en mis paseos. Agito mis alas con fuerza; asciendo tan rápido que al mirar abajo me sobreviene un leve y agradable vértigo. El resto de voladores han comenzado el descenso planeando con suavidad, con cierta pereza por abandonar las delicias del aire libre. Pero yo no quiero descender tan rápido.
Rozo con el ala derecha la línea de puntos. Más arriba, ¿qué habrá? Estoy sola y el sol es una enorme y jugosa fruta roja. La guardia aérea no patrulla a estas horas… Más arriba, ¿qué habrá?
Subo un poco, ahora un poquito más. Estoy por encima de la línea de puntos y no ha ocurrido nada extraño. Asciendo, primero con cautela y después, asustada por una sombra lejana que podría delatarme, convierto mi cuerpo en una flecha alada y cruzo el cielo. La sensación es narcotizadora, no puedo ser más dichosa. Pero comienzo a sentir un calor intenso que me riza las puntas de las plumas. Cada vez me envuelve más el aura del sol, y cada vez quiero acercarme más a él. Me llama, le sigo. Más arriba, ¿qué habrá?
Sus rayos me quemaron un ala. Fue la prenda que tuve que pagar por mi osadía. Pero ahora vivo a su lado, reposo en las nubes y mis paseos ya no tienen límites: una estrella lejana, una supernova recién nacida, me subo a las colas de los cometas y juego a esquivar los meteoritos. Cuando descanso mi única ala es mi bien más preciado: con ella me abanico el sudor que produce tanta felicidad.

El texto es de Rebecca Beltrán (www.lasmusas.com). Me hubiera gustado escribirlo a mí, o sea que, aunque sin su permiso expreso, lo hago mío. Me parece precioso.