Alguna vez lo dijiste. Dijiste que te agradaba la idea de volver a reflorecer tu mundo, y mira que no era una simple expresión. Empieza a florecer.
Y aunque sobrarían las personas que quisiéramos enviarte flores, para esta ocasión me gustaría que esas flores vinieran de… digamos otra ciudad vecina.
Me doy cuenta que son un obsequio muy especial, y cómo no han de serlo cuando se muestran en tu blog con tanto orgullo. Cualquiera sentiría envidia de ellas.
¡Claro que son un regalo especial! No sólo porque alguien considera que eres merecedora de una expresión de afecto como esa sino porque tú misma las recibes con el gusto de quien considera que ya es tiempo de merecer las flores y no sólo las espinas.
Sin duda, es el principio de una nueva primavera en la proximidad del invierno.
Besos!
P.S. (Me doy cuenta que un acento cambiaría el sentido del título de la entrada, pero ello no altera en nada mi comentario. Por el contrario, la ambivalencia lo reafirma. Besos!)
Ah...menos mal de la ambivalencia... Pero que conste que son flores virtuales y de auto regalo, o sea, que me las "regalé" a mí misma, mira...hecho simbólico, no tiene más importancia...
Después de tus palabras me he quedado pensativa...dices que un regalo así es símbolo de afecto.
Sí, será... Recuerdo ramos de flores enviados por mi hermana, incluso sin motivo importante (ella es así de amorosa)...alguna que otra rosa por Sant Jordi (ya sabes lo que simboliza aquí...¿porqué será que recuerdo más las que me regalaba mi padre cuando vivía con ellos que las "teoricamente lógicas pero sin sustancia, por obligación"? en fin...
No hay más recuerdos de flores. Claro que afectos demostrados ha habido a lo largo de la vida pero no en forma de flores, es casi extraño, no?... Dice una amiga mía que yo debo tener un karma con las flores, en otra vida, quizás...igual era una loca pirómana que le metía fuego a las floristerías jajaja...
Por lo tanto...ahora me las autoregalo, virtuales y reales, a veces...es lo que hay.
¿Has notado que existen dos clases de personas, las que aceptan con agrado los obsequios y las que piensan que no los merecen?
Al respecto recuerdo la ceremonia para la entrega de los premios Oscar, de 1998.
En aquella ocasión, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de EEUU, otorgó la estatuilla para el mejor actor a Roberto Benigni, en la película La Vida es Bella.
Como es costumbre en esa ceremonia, los conductores leyeron los nombres de la tercia nominada para el premio. Cada asistente y televidente hacía conjeturas sobre su favorito. Cuando finalmente se reveló el nombre del ganador, Roberto Benigni saltaba de emoción, alzaba los brazos, brincaba de un lado a otro, se quitaba el saco del smoking, se subía a su butaca, enviaba besos a todos los asistentes, volvía a ponerse el saco, abrazaba a cuantos podía, a la mitad del camino al estrado se regresaba a agradecer los aplausos y volvía a enviar besos a los asistentes, el hombre era una vorágine de emociones. Al recibir el premio, el auditorio lo ovacionaba de pie, algunos con lágrimas en los ojos, yo entre ello. Estaba de más decir cuánto apreciaba el actor aquel premio que le otorgaban sus compañeros, quienes estaban eufóricos al igual que él. La ovación se prolongó por varios minutos.
Qué diferencia de aquellos que toman el micrófono para decir: “Agradezco este inmerecido premio que ustedes me otorgan. Estoy seguro que cualquiera de los otros candidatos tendría los méritos suficientes para merecerlo.” La diferencia es clara y, en términos de convivencia, resulta abismal.
Quien con agradecimiento acepta los obsequios, sabe que al aceptar fortalece su autoestima y, además, reconoce el desprendimiento y la valía de quien obsequia, todo está en el mayor o menor entusiasmo que se demuestra al recibirlo.
Y es que el hecho de aceptar con sinceridad un obsequio, representa al mismo tiempo celebrar a quien lo regala, algo así como decirle que agradecemos que vea en nosotros las cualidades que aprecia. Eso genera empatía y reproduce las condiciones para volver a recibir un nuevo reconocimiento de los demás. Por eso, quien sabe ser agradecido, tiene mayor posibilidad de volver a ser obsequiado con gusto.
Agradecer lo que tenemos y recibimos es una forma de cambiar nuestra actitud hacia la vida, y la actitud es lo más importante en la vida, por eso te es fácil recordar las flores de tu hermana y las que te regalaba tu padre. Un abrazo para ellos.
3 comentarios:
Reflorecer mi mundo.
Alguna vez lo dijiste. Dijiste que te agradaba la idea de volver a reflorecer tu mundo, y mira que no era una simple expresión. Empieza a florecer.
Y aunque sobrarían las personas que quisiéramos enviarte flores, para esta ocasión me gustaría que esas flores vinieran de… digamos otra ciudad vecina.
Me doy cuenta que son un obsequio muy especial, y cómo no han de serlo cuando se muestran en tu blog con tanto orgullo. Cualquiera sentiría envidia de ellas.
¡Claro que son un regalo especial! No sólo porque alguien considera que eres merecedora de una expresión de afecto como esa sino porque tú misma las recibes con el gusto de quien considera que ya es tiempo de merecer las flores y no sólo las espinas.
Sin duda, es el principio de una nueva primavera en la proximidad del invierno.
Besos!
P.S.
(Me doy cuenta que un acento cambiaría el sentido del título de la entrada, pero ello no altera en nada mi comentario. Por el contrario, la ambivalencia lo reafirma. Besos!)
Ah...menos mal de la ambivalencia... Pero que conste que son flores virtuales y de auto regalo, o sea, que me las "regalé" a mí misma, mira...hecho simbólico, no tiene más importancia...
Después de tus palabras me he quedado pensativa...dices que un regalo así es símbolo de afecto.
Sí, será... Recuerdo ramos de flores enviados por mi hermana, incluso sin motivo importante (ella es así de amorosa)...alguna que otra rosa por Sant Jordi (ya sabes lo que simboliza aquí...¿porqué será que recuerdo más las que me regalaba mi padre cuando vivía con ellos que las "teoricamente lógicas pero sin sustancia, por obligación"? en fin...
No hay más recuerdos de flores. Claro que afectos demostrados ha habido a lo largo de la vida pero no en forma de flores, es casi extraño, no?... Dice una amiga mía que yo debo tener un karma con las flores, en otra vida, quizás...igual era una loca pirómana que le metía fuego a las floristerías jajaja...
Por lo tanto...ahora me las autoregalo, virtuales y reales, a veces...es lo que hay.
Besos!
¿Has notado que existen dos clases de personas, las que aceptan con agrado los obsequios y las que piensan que no los merecen?
Al respecto recuerdo la ceremonia para la entrega de los premios Oscar, de 1998.
En aquella ocasión, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de EEUU, otorgó la estatuilla para el mejor actor a Roberto Benigni, en la película La Vida es Bella.
Como es costumbre en esa ceremonia, los conductores leyeron los nombres de la tercia nominada para el premio. Cada asistente y televidente hacía conjeturas sobre su favorito. Cuando finalmente se reveló el nombre del ganador, Roberto Benigni saltaba de emoción, alzaba los brazos, brincaba de un lado a otro, se quitaba el saco del smoking, se subía a su butaca, enviaba besos a todos los asistentes, volvía a ponerse el saco, abrazaba a cuantos podía, a la mitad del camino al estrado se regresaba a agradecer los aplausos y volvía a enviar besos a los asistentes, el hombre era una vorágine de emociones. Al recibir el premio, el auditorio lo ovacionaba de pie, algunos con lágrimas en los ojos, yo entre ello. Estaba de más decir cuánto apreciaba el actor aquel premio que le otorgaban sus compañeros, quienes estaban eufóricos al igual que él. La ovación se prolongó por varios minutos.
Qué diferencia de aquellos que toman el micrófono para decir: “Agradezco este inmerecido premio que ustedes me otorgan. Estoy seguro que cualquiera de los otros candidatos tendría los méritos suficientes para merecerlo.” La diferencia es clara y, en términos de convivencia, resulta abismal.
Quien con agradecimiento acepta los obsequios, sabe que al aceptar fortalece su autoestima y, además, reconoce el desprendimiento y la valía de quien obsequia, todo está en el mayor o menor entusiasmo que se demuestra al recibirlo.
Y es que el hecho de aceptar con sinceridad un obsequio, representa al mismo tiempo celebrar a quien lo regala, algo así como decirle que agradecemos que vea en nosotros las cualidades que aprecia. Eso genera empatía y reproduce las condiciones para volver a recibir un nuevo reconocimiento de los demás. Por eso, quien sabe ser agradecido, tiene mayor posibilidad de volver a ser obsequiado con gusto.
Agradecer lo que tenemos y recibimos es una forma de cambiar nuestra actitud hacia la vida, y la actitud es lo más importante en la vida, por eso te es fácil recordar las flores de tu hermana y las que te regalaba tu padre. Un abrazo para ellos.
Besos!
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