jueves, 14 de marzo de 2019

Cuando sabes a qué puerto vas, todos los vientos son favorables

Marian Rojas trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas, y como Doctora en Medicina y Psiquiatra trata a personas afectadas por depresión, ansiedad, trastorno de conducta y de personalidad. Acaba de publicar el libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” (Espasa).

Quiero que me pasen cosas buenas.
Propícialas.
¿Cómo?
Vive el momento presente: no estés angustiado por tu pasado ni ansioso ante el futuro.
Y si mi presente es desastroso, ¿qué?
Toma con ganas tu presente: no importa lo que te pase, sino cómo te lo tomas.
Lo dijo Epicteto hace dos mil años…
Tu interpretación de tu presente es decisiva. Ahí detentas todo el poder: ¡Alcanza una interpretación que mejore tu vida, que la enfoque hacia la felicidad!
¿De qué depende hacer una buena interpretación?
De tres factores: uno, tus creencias, lo que piensas de la vida…
Pienso que me gusta, por ahora.
Dos: tu actitud, que sepas decirte cada mañana “hoy va a ser un interesantísimo día”.
¿Y eso determina algo?
¡Predispones toda tu bioquímica en esa orientación, está comprobado!
¿Y tres?
Adiestra tu sistema reticular activador ascendente (SRAA).
¿Mi… qué?
Así se llama tu función cerebral de filtraje de información: tu cerebro recibe a cada instante varios millones de bits de información… y tu SRAA se fija sólo en los alineados con tus intereses.
¿Mi mente modela mi realidad?
“Descubrir algo nuevo puede ser ver lo viejo con otros ojos”, dijo Proust. Cada mañana imagina un objetivo para ese día, un desafío, algo que anhelas que te suceda.
Como la famosa ley de la atracción.
Cuándo sabes lo que quieres, es más fácil que te pase, pues te darás cuenta si te pasa.
Me conviene mucho, pues, saber lo que quiero, dibujarme un proyecto vital…
“Cuándo sabes a qué puerto vas, todos los vientos son favorables”, dijo Séneca. Si no lo sabes…, ningún viento será bueno.
¿Algún ejemplo práctico?
Una amiga me decía, desesperanzada: “No encontraré un hombre que me quiera”. Le pedí que sustituyese esa idea por la imagen del hombre anhelado. “De mundo, viajero, aventurero…”, me dijo. Así activé su SRAA.
¿Y?
Al día siguiente, en el AVE, el hombre de su asiento vecino consultaba en un portátil… viajes a Birmania.
Era él
Hoy están juntos.
Espero que para bien.
Mi amiga ya sabe atraerse cosas buenas.
Deme otro consejo para eso.
Conecta con tus pasiones verdaderas. Desempeña un trabajo que te ilusione. Y persevera. Esto hoy va de capa caída…
¿Sí?
El umbral de frustración ha descendido, nos frustramos pronto. Enseña a un niño a perder: le fortalecerás ante reveses de la vida.
Señáleme lo último que la ciencia aporte a su trabajo.
Que el cáncer es de origen multifactorial, y un factor de riesgo son las emociones.
Vaya.
Si tu imaginario es ansiógeno, tu ansiedad generará más cortisol del necesario…, lo que desgasta el sistema inmunitario, lo que a su vez inflama el organismo…
¿Inflama?
Colitis, faringitis, artritis, amigdalitis… Insomnio, caída de cabello, taquicardias, palpitaciones, envejecimiento… e irritabilidad. Y mala irrigación del lóbulo prefrontal: pérdida de memoria y concentración… Y, claro, te deprimes: la depresión es un estado inflamatorio de la mente.
Me temo que vivimos en un siglo inflamatorio.
Es así, por tanto perfeccionismo: queremos hacerlo todo perfecto. Por cronopatía: le pedimos demasiado a cada minuto. Por controlarlo todo: incluso el futuro de los hijos…
¿La receta es… que me relaje?
Toma tú las riendas de tu propia vida. Y rodéate de personas-vitamina. Y háblate bien: que tu pensamiento use palabras alegres, constructivas, ilusionantes, ¡sin quejas! Mira algo con interés, y se volverá interesante.
¿No es eso autoengañarme?
Puestos a autoengañarte, que sea para bien.

Fuente: Victor-M. Amela lavanguardia.com

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